El Diálogo También Necesita Silencios
No te precipites a hablar. La precipitación desbarata la conversación y no pocas veces se convierte en monólogo que lo esteriliza todo.
Saber conjugar sabiamente silencios y palabras es el arte del diálogo sincero que nos permite madurar como personas y crecer psicológicamente.
En el diálogo es tan importante el silencio como la palabra; mejor diría: es más importante el silencio que la palabra, porque nos dispone a escuchar con atención vigilante la palabra del otro y a decir la nuestra con acierto, después de haberla reflexionado. Sin silencio, sin oídos bien abiertos, la palabra del otro no es debidamente atendida y la nuestra suena a vacío.
El silencio no es simplemente callar. Es saber añadir a ese callar un plus de atención y de receptividad. El silencio respetuoso y acogedor implica saber adentrarse en el interior del otro y comprender su problema. Es una actitud terapéutica que siempre resulta muy útil tanto para el que la ejercita como para el que recibe su beneficiosa influencia.
El déficit de silencio-escucha en la sociedad actual es enorme, porque da la impresión de que cada uno va a lo suyo, sin importarle lo más mínimo la necesidad de receptividad que pueda tener el prójimo.
El auténtico diálogo es una síntesis de apertura, transparencia y disponibilidad para comprender.
El diálogo da sus frutos cuando somos capaces de abrirnos sinceramente al otro, cuando le sabemos acoger sin prejuicios, cuando nos esforzamos por comprenderle y aprender de él.
La escucha, entendida como receptividad sincera y cordial, es la base del diálogo, y el diálogo enriquece enormemente a las personas que lo practican.